María Rosa Espot, licenciada en Ciencias Biológicas y profesora, y Jaime Nubiola, profesor de filosofía, han escrito Alma de profesor, un libro muy interesante que trata sobre la buena docencia y varios temas educativos actuales. Les hemos entrevistado y hemos charlado con ellos sobre el sistema educativo actual y la profesión del docente.
¿Qué quiere decir tener “alma de profesor”?
Tener alma de profesor significa ser un profesor que vibra en el aula, que está convencido de que su profesión es la mejor del mundo y que una de las mejores cosas que le ha pasado en su vida es ser profesor, es decir, significa ser un profesor con entusiasmo, ilusión y pasión, con ardor docente.
¿Un profesor nace con “alma de profesor” o se hace, se puede entrenar?
Los profesores con «alma de profesor» son los mejores profesores. Nacen con ella, aprenden a desarrollarla y consiguen resultados educativos muy buenos.
Parece que últimamente el profesor no está bien valorado, no se le respeta como antes… ¿Por qué y cómo podemos cambiar esta imagen?
El prestigio del profesor fundamentalmente viene de la mano de su competencia profesional, de ser un profesional estudioso, es decir, de estar interesado en aprender y dispuesto a cambiar para ser mejor dentro y fuera del aula.
A su vez, los profesores que gozan de mayor reconocimiento —sin lugar a dudas— son los que logran ayudar a sus alumnos a aprender, a crecer y a ser mejores; los que saben ponerse en el lugar de sus alumnos y les quieren de manera incondicional. Profesores de los que sus alumnos dicen: “Yo quiero ser como él”.
¿Qué tiene que tener un profesor para ser buen profesor?
Para lograr el éxito escolar decís que es importante que el profesor quiera a sus alumnos. ¿Qué proporciona al alumno sentirse querido por sus profesores?
Para educar es imprescindible querer al educando. Todos los profesores sabemos que el sentirse o no querido por el profesor tiene una repercusión grande en el rendimiento académico de los alumnos y en su crecimiento personal. Sentirse querido por el profesor proporciona al alumno aprecio, respeto y aceptación hacia su persona.
¿Cómo veis el sistema educativo actual?
Nos gustaría que lograra hacer disfrutar a los jóvenes en sus aprendizajes, que fomentara el placer por la lectura, y que convirtiera las horas lectivas en horas realmente de aprendizajes, de tal modo que permitiera reducir el número de horas de deberes escolares para casa.
Entre las cuestiones más evidentes a las que debería ponerse atención están quizá la sobrecarga de horas de clase —en los horarios de los docentes— en muchos centros privados, la pobre consideración social de maestros y profesores, los planes de estudios excesivamente rígidos, la cambiante legislación educativa y la burocratización de la enseñanza.
¿Qué cambios veis necesarios para un mayor éxito educativo de los alumnos?
A nosotros nos gustaría que la educación del futuro fuera más personalizada, más rica emocionalmente, que favorezca decididamente la creatividad del estudiante. Para esto, realmente, no hacen falta pantallas ni computadoras, sino profesores ilusionados con entregar un modo de vida a los estudiantes. Viene al caso recordar aquel dicho que ya aparece en Plutarco: “Educar no es llenar un vaso, sino encender un fuego”.
Se dice que, en general, los alumnos ahora están desmotivados y no tienen ilusión o ganas de aprender. ¿Cómo se puede dar la vuelta a esta situación?
Los profesores somos figuras muy influyentes en su rendimiento académico y en su crecimiento personal. Si el profesor es altamente competente, disfruta en el aula, quiere de verdad a sus alumnos, respeta su modo de ser y sabe ponerse en sus zapatos, entonces con toda seguridad les podrá ayudar más y mejor.
¿Exámenes sí o no?
En cuanto a los exámenes, a nosotros nos parece que la educación escolar no puede estar al margen de la educación universitaria —con exámenes, asignaturas, pruebas de acceso (que sea dicho de paso, no dejan de ser exámenes)— a la que muchos escolares aspiran llegar para preparar su futuro profesional.
Inger Enkvist —catedrática de la Universidad de Lund y asesora del Ministerio de Educación sueco— puntualiza que “en la vida adulta, todos tenemos fechas topes, momentos de entregar un texto y esto se aprende en la escuela. Con los exámenes, el niño aprende a responsabilizarse y entiende que no presentarse a una prueba tiene consecuencias; no lo repetirán para él. Si no cumplimos con nuestras obligaciones en la vida adulta, pronto nos veremos descartados de los ambientes profesionales. Los exámenes ayudan a desarrollar hábitos sistemáticos de trabajo«.
¿Qué mensaje le transmitiríais a un profesor recién licenciado que va a comenzar ahora su carrera?